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El Espejo: Caballito de colores, de la infancia a la Grandeza. Por Fernanda Muñoz


La avenida Acueducto, una de las principales avenidas de la ciudad, esconde entre su tráfico un tesoro artístico que no pasa desapercibido. Desde oriente a poniente, o 

viceversa, entre las avenidas Patria y Periférico, se alcanza a admirar la peculiar figura de un caballo que evoca la infancia con sus líneas de colores. Esta 

escultura forma parte de la exposición "Equus Caballus" del pintor y escultor español Nicolás de Maya, un artista considerado el nuevo exponente del realismo español. Nicolás de Maya, con su capacidad para capturar la esencia de sus sujetos, encontró una conexión especial con los caballos, lo que lo llevó a crear la exposición 

"Equus Caballus" en 2003. Entre las piezas que destacan en esta colección, se encuentra “Equus, el colorido caballo”, una obra inspirada por la visión de palitos de paletas en una plaza pública. Los niños habían dejado estos palitos dispersos, revelando colores y formas que inspiraron al artista para dar vida a esta singular escultura. Instalada en 2006 sobre la avenida Acueducto, la escultura mide seis metros de altura y está elaborada con cientos de tramos de piezas de perfil tubular rectangular (PTR) de acero. Cada tramo está pintado de diferentes colores, unidos mediante una soldadura, creando una estructura vibrante, brillante y dinámica que parece estar en constante movimiento. El caballito de colores no es solo una obra de arte; es un símbolo de la transformación y evolución urbana. Desde su instalación, la escultura ha sido testigo de la creación de Plaza Andares y del desarrollo continuo en la zona. Ha visto el pavimentado de la  vialidad y ha soportado el humor de los conductores que transitan el tráfico de la avenida a diario. Para los transeúntes y residentes, la escultura es más que un simple objeto decorativo. Representa una pausa en la rutina 

diaria, una oportunidad para reflexionar sobre la belleza en los detalles más simples de la vida urbana. Las líneas de colores que forman al caballo pueden interpretarse como un reflejo de la diversidad y la complejidad de la ciudad, donde cada individuo, con sus características únicas, contribuye al tejido social.







A lo largo de los años, “Equus, el colorido  caballo” ha trascendido su función como obra de arte público para convertirse en un ícono de la comunidad. Es un punto de referencia, un lugar de encuentro y una fuente de inspiración para todos los que pasan por la avenida Acueducto. La escultura invita a quienes la observan a detenerse y apreciar el arte en medio del ritmo acelerado de la vida urbana. La interacción de la escultura con su entorno ha evolucionado con el tiempo. Inicialmente, era una novedad llamativa en una zona en desarrollo. Ahora, es una parte integral del paisaje urbano, una figura familiar y querida por la comunidad. En días festivos y eventos especiales, es común ver a familias y amigo reunidos alrededor del caballito de colores, tomándose fotos y disfrutando de la energía que irradia.El área alrededor de la escultura ha cambiado drásticamente desde su instalación. La urbanización y el crecimiento comercial han transformado la avenida Acueducto en un corredor lleno de vida y actividad. Plaza Andares, con sus tiendas de lujo, restaurantes y espacios de entretenimiento, ha sido uno de los principales motores de este cambio. A pesar de esta transformación, “Equus, el colorido caballo” ha mantenido su presencia estoica, sirviendo como un ancla de identidad para la comunidad. 

Como testigo de la evolución de la zona, la escultura ha observado no sólo cambios físicos, sino también sociales. Ha visto el flujo constante de la vida urbana, desde el tráfico matutino hasta las caminatas vespertinas de los residentes. En su posición, el caballo de colores ha presenciado momentos de alegría y celebración, así como días de prisa y estrés. Esta dualidad le confiere una profundidad simbólica.

Es mucho más que una pieza de arte público. Es un símbolo de la capacidad humana para encontrar belleza y significado en lo cotidiano. A través de la visión de Nicolás de Maya, una simple colección de palitos de paleta se transformó en una obra maestra que no solo embellece la avenida Acueducto, sino que también enriquece la vida de todos los que la encuentran. La escultura se ha convertido en un testimonio de la evolución urbana, un faro de color y esperanza en medio del paisaje cambiante de la ciudad. Así, el caballito de colores sigue siendo un recordatorio constante de la magia que puede encontrarse en los lugares más inesperados, invitando a todos a detenerse, observar y apreciar el arte y la vida en su forma más pura y vibrante posible.


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